domingo, 22 de mayo de 2016

¿Qué tal si yo me enfoco y tú te involucras?

Muchas de las teorías modernas del management hacen énfasis en el enfoque, una palabra que se utiliza para describir la necesidad de fijar la atención en algo hasta concluirlo o alcanzarlo.

Definitivamente el uso de este concepto suena lógico y hasta productivamente necesario, en una era en la que las distracciones son una constante y nos invaden por distintas vías.

Sin embargo creo, que como suele ocurrir con las generalizaciones, el tan anhelado enfoque está adquiriendo un uso despectivo e incluso abusivo a la hora de querer dar explicación a las posibles causas por las que una persona no realiza alguna actividad encomendada en el tiempo en que otro ha previsto o considera prudencial. De allí que sea muy necesario no confundir la aplicabilidad del concepto a los juicios diplomáticos que suelen ser emitidos por quienes se creen con el "derecho divino de opinar sobre todo y todos".



Sin pretender que esto se convierta en un tratado feminista, quiero levantar la voz sobre algo que veo repetirse en centros laborales y familias. Jefes, esposos, padres, hermanos y amigos, usan como primera palabra de ataque hacia sus contrapartes femeninas el tema del enfoque o la falta de él, para querer resaltar la verticalidad del pensamiento masculino y el impacto de éste en la concentración.

Para nadie es un secreto en la era de la neurociencia que es cierto que el cerebro masculino desarrolla con los años una mejor capacidad de concentración, pero esto no es el resultado de un gen específico o una cualidad personal labrada con trabajo a lo largo del tiempo. Todo lo contrario, es simplemente una consecuencia natural de la diferencia de roles de acuerdo al género con el que vivimos.

Una mujer profesional tiene en realidad cortos espacios de tiempo para concentrarse a plenitud en una única y exclusiva tarea y seamos honestos, esto es muy cómodo para la contraparte masculina.

Las mujeres trabajadoras sabemos que el hijo 1 sale de clases a tal hora, que el próximo martes es la prueba de manejo del hijo dos, que para la reunión de negocios del esposo la ropa que este utilice debe estar impecable, que la cita médica de la madre es el jueves, que la renta se vence pasado mañana, que es necesario comprar un regalo del día de la madre para la maestra, que mañana es el cumpleaños de nuestra secretaria y que hoy en el almuerzo habrá pollo a la plancha con brócoli.
 
Y me pregunto, esos representantes del enfoque masculino ¿reconocen al menos en sus esposas, hijas, madres, empleadas y amigas esa capacidad de lateralidad de pensamiento, no labrada con trabajo a lo largo del tiempo, sino consecuencia del género con el que vivimos?

Recientemente asistí como oyente a un charla encantadora en la que escuché a un psicólogo decir: "mujer debes ser feliz incluso si el mundo se está cayendo. Deja todo en manos de...." y medio auditorio femenino abrió los ojos esperando a que el psicólogo dijera "en manos de los hombres"... pero obvio, no lo dijo, sólo concluyó "en manos de Dios".  

Y mientras muchas personas aplaudían, una dama dejó escapar en voz alta un pensamiento: "claro que tenemos que soltar, pero no en manos de Dios sino en manos de esos hombres que tanto nos juzgan por lo que hacemos, pero que poco hacen por involucrarse".

Estas palabras se convirtieron en una revelación para mí... las mujeres necesitamos enfocarnos más, claro que sí, pero para que eso ocurra los hombres no deben ayudarnos, deben INVOLUCRARSE. 

No necesitamos eventualmente una colaboración. Necesitamos que los hombres se hagan responsables de algo más que de sí mismos y entonces podremos hablar de enfoque y concentración de igual a igual. Mientras tanto, tomaré las palabras de esa desconocida erudita y las haré propias con el siguiente compromiso: Cuando sienta que una solicitud  de enfoque es simplemente una crítica velada voy a preguntar: ¿Qué tal si yo me enfoco y tú te involucras más?.

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