lunes, 25 de abril de 2016

Inmigrante: la nueva nacionalidad

Foto: Pixabay
Emigrar significa mucho más que sacar los papeles indicados, seleccionar el destino de forma meticulosa y cuidar los detalles del plan para mantenerte. Va mucho más allá de las cosas que puedes guardar en dos maletas y de tu capacidad para organizar.

Emigrar significa comprender que no es posible reconstruir el pasado en otro sitio, que tus recuerdos son el ancla con tus raíces y que sólo tienes la certeza de que nada volverá a ser igual.

Bien porque busques una mejor forma de vida o porque desees emprender un proyecto, la valentía es el primer componente actitudinal del que debes hacer gala. Porque dejar las certezas sobre lo que dominas, conoces o sabes manejar, es lanzarte al mar con simples conocimientos de las brazadas básicas que impedirán que te ahogues.

Mi abuela una vez me dijo que “inmigrante” no era un adjetivo, era  una “nacionalidad compartida” por quienes un día, con un montón de sueños y anhelos, dejaron su tierra para reconstruir en otra una nueva vida.

Eso implica, sin dudas, practicar el desapego, concepto que en psicología tiene muchas connotaciones, pero que en Wikipedia se define simplemente como: “el estado en el que una persona supera su lazo de unión al deseo por las cosas, personas u objetos  consiguiendo una perspectiva más elevada”.

Cuando emigras y entiendes la importancia de tu actitud personal para dar ese paso, dejas de ser lo que eras y comienzas a construir una nueva forma de ser. No te voy a engañar. No es sencillo y la transición ocurre de a poco. Pero si me correspondiera hacer una lista de aspectos que pueden ayudarte, simplemente te propondría:

  • Coordina bien el tema de los documentos, el dinero para mantenerte inicialmente y los mecanismos para obtener una residencia temporal.
  • No te agobies con todo lo que debes llevarte, descubrirás que no existen suficientes maletas para meter una vida en ellas.
  • Trabaja en ti mismo. Conócete, aprende a determinar qué te detona e intenta practicar el autocontrol. Necesitarás mucho de estas cualidades cuando tengas que enfrentarte a las nuevas circunstancias.
  • Despréndete de la necesidad de emitir juicios, de ir por la vida calificando todo y a todos. Te darás cuenta que tus nuevos vecinos jamás serán como los que tenías y que tus nuevos amigos no reemplazan a los que dejaste en tu país. Las personas a las que amas y extrañas producen ese sentimiento en ti porque junto a ellas viviste cosas que son irremplazables.
  • Date la oportunidad de reaprender, necesitas hacerlo. Lo que traes en tu maleta de experiencias es simplemente el punto de partida para que puedas conectarte con tu yo interior.
  • Entiende que siempre habrán días buenos y días malos. Los días buenos te motivan  y los malos te conectan con la tristeza, que es una emoción de reflexión.

Y, finalmente, entiende que debes automotivarte, pero eso no significa  que eventualmente no puedas quedarte dormido ahogado en sollozos.

Dejar la vida que conoces y construiste de a poco es una pérdida que produce un duelo natural, pero en tu interior estará siempre la fuerza que necesitas para salir adelante. Recuerda que mucho más importante que la preparación procedimental que realices sobre tu nueva vida, es la preparación emocional que practiques.

La vida es una constante de cambio y si trabajas en adquirir la flexibilidad y adaptabilidad necesarias para este cambio, podrás ser más feliz, porque en tu pasado encontrarás la conexión con tus querencias y en tu presente las páginas en blanco de tu nueva realidad.