domingo, 29 de mayo de 2016

Vivir entre milennials y criar GenZ

De la misma manera en que la tecnología ha cambiado nuestra forma de vida, las diferencias entre generaciones formadas a la luz de las TIC no sólo nos sorprenden, sino que nos obligan a reinventarnos de manera constante.

El mundo apenas comienza a entender a los milennials y las empresas, que ya los tienen en sus filas, no saben bien si amarlos u odiarlos. Pero resultas que en nuestras casas, al menos en la mía, lo que se gesta es la Generación Z (GenZ) y ésta es la versión 2.0 de los milennials.

Tanto las ciencias sociales como los amantes del marketing, coinciden en afirmar que los milennials son la generación nacida entre 1980 y los primeros años de los 90', por tanto ya tienen entre 25 y 35 años y sin duda llegaron para revolucionar el mundo.

Nuestros padres los formaron e instruyeron académicamente, pero ellos desarrollaron su propio criterio social, disfrutaron de un mundo con bonanza económica y fueron consumidores y nativos digitales en paralelo.

Se ganaron mala fama como individualistas y consentidos. Se hicieron críticos de las generaciones anteriores, desarrollaron conciencia ambiental e impusieron el disfrute como norma de vida. Crecieron entre Ipod y MySpace, chatearon por Messenger y jugaron en Playstation 1, 2, 3 , Xbox, Gameboy etc... en solitario o en línea, pero con baja interacción. Y entre Pokemon y el mundo Otaku se debatieron entre la realidad y la ficción para encontrar en su vida adulta que el cambio era una constante a la que debían hacer frente con la palabra crisis como estamento imperante.

Y mientras algunos aún se debaten entre verlos como aliados o amenazas, en muchos hogares, el mío incluido, se abren camino, a pasos agigantados los GenZ, que aunque son herederos de los milennials, han realizado un verdadero salto cuántico que pondrá al mundo de cabeza.

Los GenZ son adolescentes o adultos jóvenes. Ya están tomando las universidades y vienen con todo. Como se criaron con las bondades de la tecnología, pero en medio de la crisis financiera mundial y las amenazas del terrorismo, han desarrollado valores muy diferenciados.

Son contrastadores de información, no la esperan, la buscan y saben naturalmente dónde encontrarla. Aprendieron a hacer y a resolver desde la tecnología. Sólo necesitan un smartphone y conexión y desde allí investigan, crean, difunden y comparten.

Contrario a sus predecesores son totalmente sociales y aunque su trabajo pueden realizarlo en solitario, debaten en línea. Se incorporan a foros y piden ayuda porque creen en la democratización de la información y son pioneros en el uso del método socrático on line. Plantean la inquietud y estimulan el debate para construir sus propios conceptos, casi siempre disrruptivos y sincréticos.

Esto los hace mucho más globalizados, pero también mucho más exigentes. No se conforman, no dan nada por sentado y saben cuestionar. Le dan justo valor al dinero y procuran la seguridad, por eso prefieren Snapchat, donde todo desaparece muy rápido. Se ocupan, aunque también se preocupan, pero saben cómo transformar en cosas positivas esa preocupación y el emprendimiento forma parte de su ADN.

Saben que su futuro aún no está escrito y aprenden con rapidez con la conciencia de que aún no han sido creadas sus profesiones y que ellos mismos tendrán que diseñarlas.

Así que como padres tenemos un reto inmenso por delante, al menos así lo veo yo. Con estos chicos  autodidactas, bilingües o políglotas, globalizados y éticamente exigentes, sólo podemos dar nuestro mejor esfuerzo y enseñarles nuestro mundo, mientras ellos se adueñan del suyo.
¿Yo me atrevo, y tú?

domingo, 22 de mayo de 2016

¿Qué tal si yo me enfoco y tú te involucras?

Muchas de las teorías modernas del management hacen énfasis en el enfoque, una palabra que se utiliza para describir la necesidad de fijar la atención en algo hasta concluirlo o alcanzarlo.

Definitivamente el uso de este concepto suena lógico y hasta productivamente necesario, en una era en la que las distracciones son una constante y nos invaden por distintas vías.

Sin embargo creo, que como suele ocurrir con las generalizaciones, el tan anhelado enfoque está adquiriendo un uso despectivo e incluso abusivo a la hora de querer dar explicación a las posibles causas por las que una persona no realiza alguna actividad encomendada en el tiempo en que otro ha previsto o considera prudencial. De allí que sea muy necesario no confundir la aplicabilidad del concepto a los juicios diplomáticos que suelen ser emitidos por quienes se creen con el "derecho divino de opinar sobre todo y todos".



Sin pretender que esto se convierta en un tratado feminista, quiero levantar la voz sobre algo que veo repetirse en centros laborales y familias. Jefes, esposos, padres, hermanos y amigos, usan como primera palabra de ataque hacia sus contrapartes femeninas el tema del enfoque o la falta de él, para querer resaltar la verticalidad del pensamiento masculino y el impacto de éste en la concentración.

Para nadie es un secreto en la era de la neurociencia que es cierto que el cerebro masculino desarrolla con los años una mejor capacidad de concentración, pero esto no es el resultado de un gen específico o una cualidad personal labrada con trabajo a lo largo del tiempo. Todo lo contrario, es simplemente una consecuencia natural de la diferencia de roles de acuerdo al género con el que vivimos.

Una mujer profesional tiene en realidad cortos espacios de tiempo para concentrarse a plenitud en una única y exclusiva tarea y seamos honestos, esto es muy cómodo para la contraparte masculina.

Las mujeres trabajadoras sabemos que el hijo 1 sale de clases a tal hora, que el próximo martes es la prueba de manejo del hijo dos, que para la reunión de negocios del esposo la ropa que este utilice debe estar impecable, que la cita médica de la madre es el jueves, que la renta se vence pasado mañana, que es necesario comprar un regalo del día de la madre para la maestra, que mañana es el cumpleaños de nuestra secretaria y que hoy en el almuerzo habrá pollo a la plancha con brócoli.
 
Y me pregunto, esos representantes del enfoque masculino ¿reconocen al menos en sus esposas, hijas, madres, empleadas y amigas esa capacidad de lateralidad de pensamiento, no labrada con trabajo a lo largo del tiempo, sino consecuencia del género con el que vivimos?

Recientemente asistí como oyente a un charla encantadora en la que escuché a un psicólogo decir: "mujer debes ser feliz incluso si el mundo se está cayendo. Deja todo en manos de...." y medio auditorio femenino abrió los ojos esperando a que el psicólogo dijera "en manos de los hombres"... pero obvio, no lo dijo, sólo concluyó "en manos de Dios".  

Y mientras muchas personas aplaudían, una dama dejó escapar en voz alta un pensamiento: "claro que tenemos que soltar, pero no en manos de Dios sino en manos de esos hombres que tanto nos juzgan por lo que hacemos, pero que poco hacen por involucrarse".

Estas palabras se convirtieron en una revelación para mí... las mujeres necesitamos enfocarnos más, claro que sí, pero para que eso ocurra los hombres no deben ayudarnos, deben INVOLUCRARSE. 

No necesitamos eventualmente una colaboración. Necesitamos que los hombres se hagan responsables de algo más que de sí mismos y entonces podremos hablar de enfoque y concentración de igual a igual. Mientras tanto, tomaré las palabras de esa desconocida erudita y las haré propias con el siguiente compromiso: Cuando sienta que una solicitud  de enfoque es simplemente una crítica velada voy a preguntar: ¿Qué tal si yo me enfoco y tú te involucras más?.

sábado, 14 de mayo de 2016

El conflicto de los amerindios-caucásicos-hispanos o blancos parchas y chocolaticos

Nuestra raza es la humana, lo siento, pero si alguno de los que me lee siente que pertenece a otra raza yo no, y a sabiendas de que mi percepción está totalmente equivocada a la luz de la antropología voy a justificarme en la siguiente enseñanza de mis padres: “Todos somos seres humanos aunque seamos chinitos, negritos, blanquitos, árabes o indios”.

Entonces, llegar a comprender la categorización de las personas por su fenotipo es para mí algo profundamente complejo y las subdivisiones que se derivan de esta jerarquización lo son aún más.
Para hacerlo sencillito les explico: yo nací en el país más al norte de América del Sur, soy hispano parlante con alma absolutamente caribeña (de esas que bailan merengue y salsa) y cuerpo de europea, con dedo griego, ojos verdes y cabello de color castaño claro cenizo y rebelde, algo que en mi casa llamaban en la lengua materna “cabelo de burro a fugir”.

De donde provengo el color de piel se relaciona con la comida, por tanto tenemos chocolaticos, café con leche, blancos parcha, almendrados y  hasta poma laca.

Por tanto, cómo entender eso de división de razas en: Amerindio, identificación para cualquier persona  de América del Norte o Sudamérica; Asiático, para los pueblos originales del Extremo Oriente (China, Corea, Japón), el Sudeste Asiático (Vietnam, Camboya, Filipinas...), o el subcontinente indio (India, Pakistán, Bangladés, Sri Lanka); Negro, para quienes pertenecen a grupos provenientes de África, incluyendo a los afroamericanos o los inmigrantes procedentes de ciertas zonas del Caribe con mayoría negra; Polinesios, maoríes o isleños del Pacífico para los originarios de Hawái, Guam, Samoa o cualquier otra isla del océano Pacífico y Blancos, para quienes provienen de cualquiera de los pueblos originales de Europa, Oriente Medio, o el norte de África.

Si digo que soy blanca es mentira… el fenotipo me apoya pero la lengua y la cultura no. Si digo que soy amerindia es otra verdad a medias, la cultura  y la lengua me apoyan, pero el fenotipo definitivamente no y si digo que soy Negra por aquello de mi alma caribeña y que en la familia hay dos o tres tíos chocolaticos, me miran como loca. Entonces, ¿Qué Soy?

Esto siempre me inquietó, incluso desde pequeña, porque de donde yo vengo, al menos hasta hace unos años, el tema racial era irrelevante, existían pobres, clase media (media baja- media media y media rica) y ricos, eso sí, pero daba igual si el pobre era blanco parcha o el rico era chocolatico.
Sin embargo, ahora la situación es diferente, en mi país existe un racismo marcado de todos contra todos y una extraña xenofobia contra aquellos que tenemos raíces foráneas. Algo que dicho sea de paso es una locura porque yo no conozco ningún venezolano puro.

Cuando de manera reciente encontré a mi hija conversando sobre lo identificada que se sentía con los videos de la comediante Joanna Hausmann, nacida en Inglaterra, pero criada en Venezuela, quien se desempeña como escritora, productora y talento de la plataforma digital bilingüe de Univisión Flama, me sentí también identificada. Es muy difícil entender eso del la división de razas cuando tu genuinamente no te sientes parte de ninguna.

Y al ver a esta joven narrar con humor sus anécdotas comprendí, que la hija de una cubana venezolana y de un economista venezolano judío. Blanca parcha, pelirroja, de ojos verdes y come arepas, era muy similar a la de tantos otros nacidos en la tierra de Bolívar, que hemos salido de nuestra patria para tratar de hacer vida en otros lugares del mundo donde la raza sí importa, pero nosotros no lo entendemos.

viernes, 13 de mayo de 2016

Los retos de aprender a meditar

Hace varios años un buen amigo y coach me dijo que debería comenzar a meditar, en ese momento sus palabras me sonaron a locura, pues en materia de tendencias populares suelo ir contracorriente.

Formo parte de ese grupo de seres humanos entrenados para pensar y además soy acreedora de un fuerte predominio visual. Seamos honestos, soy mamá, esposa, hermana e hija y por si fuera poco, periodista, consultora, coach y facilitadora comunicacional, por tanto, mi cerebro es una TV encendida que 24/7 está planificando, organizando y en zapping zone.

Sin embargo, las palabras de este amigo me hicieron reflexionar sobre la necesidad de hacer la prueba, más aún cuando muchas de las personas que conozco me hablaban maravillas de los logros alcanzados en sus estados “zen”. Y la verdad debo confesar que a veces pensar tanto cansa, agota y acongoja.

Como me ocurre con cada pensamiento inquietante me puse a leer sobre el tema y por supuesto hice una profunda investigación sobre #meditación e incluso el tan de moda #mindfulness y aunque estas teorías me parecen fascinantes, en la práctica no me iba nada bien. Así que llevé todo a ese laboratorio personal en el que trato de unir la teoría con la vida y estos son los resultados:

El primer reto es la respiración. Cada vez que intento controlar la respiración me ahogo. La cosa comienza más o menos así: “mi misma” –así hablo con mí yo interior- cierra los ojos relájate, vamos que tu puedes, muy bien ahora inhala profundamente por la nariz, eso es vas bien muy bien llena tu abdomen de aire, sí así mismo y ahora exhala por la boca, poco a poco, vamos despacio… bravo lo hiciste y ahora vamos de nuevo, ok sí puedes, claro que puedes… ohh ohh ohh me estoy ahogando… no, ya va ¿qué es esto, me ahogo…?”.  Bueno ya me dirán, con tantos pasos y secuencias es posible alterar hasta el proceso más automático y reptiliano que tenemos: la respiración. Entonces busqué ayuda y me hice de una serie de audios de meditación. Algunos con música relajante y otros con personas que te hablan y te van diciendo qué hacer. Esto ayuda, lo admito, te permite al menos no ahogarte al respirar, pero el radio encendido en mi cabeza no lograba apagarse por completo.  Mi intención con esto de la meditación es muy clara: hacerle caso a Jon Kabat-Zinn  y lograr  “Prestar atención de manera intencional al momento presente, sin juzgar”.

El segundo reto es la decisión de hacerlo en solitario o en grupo. Debido a mis múltiples experiencias fallidas en solitario decidí experimentar de forma grupal… terrible error, al menos para mí, pues descubrí que mi costumbre de observación plena es más fuerte que mi necesidad de concentración plena, y entonces me sabotee abriendo los ojos para ver a otros sentaditos en posición de loto respirando y demostrándome con cada ‘no hacer nada’ que mi cerebro es un rebelde sin causa. Por lo tanto decidí que al menos para mí mejor solita que acompañada.

El tercer reto es el tiempo. Un cerebro entrenado para comunicar y luego para escuchar es terriblemente ineficiente para entender el silencio. Así que debí comenzar con pequeñitos lapsos de tiempo y cuando digo pequeñitos hablo de dos o tres minutos contra alarma y en muchos de los cuales no lograba absolutamente nada, pero… y aquí lo bueno fui adquiriendo disciplina.

El último reto fue ajustarlo todo a las capacidades. Un poco frustrada, pero convencida de que quería darle a mi mente espacio para el ‘no pensamiento’ y con la finalidad de desprenderme del estrés de la cotidianidad, tomé todo lo leído y practicado sin éxito y lo coloqué en un saco, que luego  sacudí con fuerza con la intención de mezclarlo bien para que de allí saliera algo que se pareciera a mí. Y así fue como nació el cuadrado blanco. La técnica que utilizo todas las noches, antes de irme a dormir o cuando quiero que se abra un hueco en la tierra y me trague por completo.

Esta técnica apareció cuando renuncié a lo convencional y dejé de imaginarme playas, sabanas y campos floridos o seguir pasos y procedimientos complejos para respirar y, simplemente cerré los ojos e intenté ver -en medio de la oscuridad- un cuadradito blanco.

Al principio sólo quería que apareciera. Cerraba los ojos y me decía “cuadrado blanco…”  y pasaba de todo por mi mente menos el famoso cuadrado. Pero un día luego de insistir y  persistir, apareció un cuadradito pequeñito y fue mágico, pues sólo por un instante dejé de pensar en el cuadrado y comencé a observar el cuadrado.

Ahora puedo incluso hacer que el cuadrado crezca, me cuesta lo admito, pero logra convertirse en un cuadrado bien grande. ¿Y saben qué? el nivel de relajación que alcanza mi mente y mi cuerpo luego de esos minutos es indescriptible. Por unos minutos nada me perturba, me presiona o me consume y eso sin dudas es un regalo.

Aún no sé cuál será el siguiente paso, ni como llevaré mi meditación concentrativa a lago superior, así que acepto recomendaciones y experiencias. Mientras seguiré disfrutando de los 5 minuticos de paz que me proporciona todas las noches mi cuadradito blanco.

lunes, 9 de mayo de 2016

Por qué el compromiso es tan importante


La palabra compromiso pareciera estar de moda, y al tratar de analizarla no puedo dejar de establecer paralelismos entre su aplicación en el ámbito organizacional y en el familiar, quizás porque creo fielmente que no existe manera de separar lo que somos como profesionales de lo que somos como personas.

Compromiso, etimológicamente hablando, proviene de la palabra latina "compromissum", de "com" (mutuo) y "promissum" (promesa).  Por tanto todo compromiso es una promesa mutua que debe surgir de forma voluntaria.

Entonces,  ¿por qué el compromiso se ha convertido en un bien tan preciado para las organizaciones?
A nivel empresarial diferentes estudios como los realizados por la revista Fortune, que comparan a las 100 mejores empresas en donde trabajar con las 500 más grandes de Standard & Poor's “ponen de manifiesto que las empresas con trabajadores muy comprometidos tienen una media del 29% de mayor beneficio, un 50% más de clientes leales y un 44% más de posibilidades de dar la vuelta a unos resultados negativos que las empresas con trabajadores menos involucrados / satisfechos”. (Fuente: elpaís.com)

Estas cifras, por demás alentadoras, nos llevan a entender porque el compromiso se ha convertido en el “Santo Grial moderno” de las organizaciones. Ahora bien ¿cómo lo conseguimos? Y ¿por qué encuentro un paralelismo entre el compromiso en las organizaciones y la familia?

Cuando nos comprometemos demostramos nuestra capacidad personal de asumir como propios los objetivos del grupo al cual pertenecemos, poniendo todo de nuestra parte, pero esto no ocurre por serendipia, o por la existencia de un gen único en nuestra cadena cromosómica.

La capacidad de comprometernos se desarrolla gracias a las conexiones emocionales que se establecen entre dos o más personas de forma tal que el plural “nosotros” sea más importante que el singular “yo”.  ¿Y acaso eso no es el deber ser en una familia?

El compromiso no viene de nuestro intelecto y sólo se logra cuando se establecen canales de doble vía. Daniel Goleman en su libro “inteligencia emocional en la empresa” resalta que: “la esencia del compromiso es unificar los propios objetivos con los de la organización. El compromiso es emocional: sentimos un fuerte apego a las metas de nuestro grupo cuando resuenan fuertemente al compás de las nuestras. Quienes valoran el objetivo de una organización y lo adoptan, no solo están dispuestas a hacer por ella un esfuerzo supremo, sino efectuar sacrificios personales cuando sea necesario”.

Sin embargo, esta es la vía del colaborador, pero la misma no fluirá si la empresa no da apertura a su propio canal de compromiso. Para que exista compromiso por parte de los colaboradores las empresas deben generar el escenario propicio para… es decir, los líderes entendidos como figuras directivas, mandos medios y supervisores deben demostrar su genuino interés por apoyar a sus colaboradores para que logren su desarrollo profesional y personal.

Las empresas consideradas como grandes lugares para trabajar logran el compromiso de sus colaboradores a través de la confianza y del auténtico interés por generar el bienestar de las personas. La gestión del compromiso conjuga lo transaccional y lo estratégico. Y aunque esto puede sonar contradictorio no lo es, ya que es igualmente importante asegurar que se compartan las ganancias del negocio como propiciar la  comunicación, la escucha y el entendimiento en un clima de libertad e innovación.

Las personas se comprometen y ponen de su parte cuando confían en que van a recibir, es decir, creen en la promesa mutua.  Por eso, si queremos que nuestros equipos se comprometan, primero tenemos que dar, para conseguir que confíen en nosotros.  ¿Y este comportamiento descrito como organizacional acaso no es similar a la forma en la que deben operar las familias?
Para pasar del cumplimiento al compromiso, las personas han de tomar la decisión de hacerlo, y los líderes han de manejar habilidades para influir en ello. Se trata de tomar conciencia, no de obediencia. La imposición no genera compromiso, la imposición genera resentimiento. La imposición lleva a las personas a rebelarse, someterse o evadirse, eso tan conocido de “te adaptas, emigras o mueres”.

Quizás mis roles de empleada, jefa, empleadora, consultora, coach y mamá de milennials me han llevado a tratar de correlacionar de forma constante el mundo empresarial y familiar, pero genuinamente creo que los conceptos clave para el logro del bienestar pueden ser perfectamente compartidos.

Las familias como las organizaciones están evolucionando. Los milennials hijos o empleados nos están enseñando y reclamando tiempo para vivir. Por tanto no podemos limitar nuestra línea de pensamiento a una afirmación tan simplista como que “son flojos, no quieren comprometerse o están desenfocados”. Lamento como siempre, contradecir a la mayoría,  pero cuando analizamos la calificación que los empleados le dan a las empresas como excelentes lugares de trabajar y cuando analizamos las conversaciones de los jóvenes sobre los entornos familiares que valoran encuentro similitudes:  ambos son espacios en los que se sienten apreciados,  existe confianza y comunicación, se da la valoración por los logros alcanzados, se promueve la búsqueda de mejoras para enmendar faltas en vez de culpables y  existe entendimiento de que más allá de la vida laboral o estudiantil hay otra vida en la cual el deporte, los amigos, la diversión y las querencias son importantes.  Entonces ¿qué haremos líderes y/o papás, cambiamos o nos anclamos en el pasado?  

lunes, 2 de mayo de 2016

Cómo vivir con alguien que sufre de ansiedad

Cuando hablamos de trastornos de ansiedad y ataques de pánico, casi toda la información que se ofrece en la web se orienta a brindar apoyo a las personas que están viviendo o padeciendo la condición. Sin embargo, como suele ocurrir con cada padecimiento de salud que afecta al individuo, el núcleo familiar y relacional de la persona afectada es tocado de forma directa. 

Ver a un ser querido, bien sea un familiar o amigo, enfrentarse a una situación de ansiedad es muy complejo. Desde la racionalidad de quien no experimenta los síntomas es casi un tema surrealista. El deseo de ayudar puede incluso transformarse en una fuente de presión innecesaria. Los familiares y amigos de una persona con ansiedad sienten la necesidad de buscar respuestas, aportar soluciones y librar a ese ser querido de su padecimiento, pero la verdad es que la salida no depende de ellos y este es el primer gran aprendizaje.

Lo primero que debes hacer como familiar o amigo de alguien con ansiedad es informarte, para así comprender que este trastorno genera en quien lo padece una serie de reacciones físicas que son reales y cuyo origen puede o no ser fisiológico.  Hoy sabemos, gracias a la neurociencia, que existe ansiedad producto de desordenes bioquímicos y también existe ansiedad producto de factores psico-emocionales y en ambos casos, quien padece la condición experimenta manifestaciones de sudoración, hiperventilación, palpitaciones, dolor u opresión en el pecho, temblores, nauseas y espasmos entre otras.

Los 7 pasos del acompañante

1. Si el ataque ocurre en tu presencia, ayúdale a respirar, intenta en todo momento mantener la calma y demostrarle cariño. Muéstrale con tu actitud que estará mejor en poco tiempo.

2. No intentes explicar o racionalizar el tema. De nada sirve que le digas a la otra persona que no está ocurriendo nada, porque sí está ocurriendo. Y aunque el origen de las sensaciones no sea fisiológico, los síntomas sí lo son.

3. Es común que una persona con un ataque de ansiedad o pánico verbalice lo que siente y generalmente lo que siente le hace pensar que está teniendo un infarto. El mejor apoyo que puedes darle, luego de pasar la crisis,  es invitarle a realizar una cita con un especialista en cardiología y acompañarle a la misma.  Si todo sale bien y el informe médico es satisfactorio, entonces puedes usar esta información con tu amigo o familiar para construir frases como: “Recuerda que afortunadamente tu corazón es fuerte y que los exámenes que te hiciste salieron muy bien”.

4. No intentes salvar a la otra persona y esto es muy importante. Primero, la otra persona no necesita ser salvada y luego esa no es tu función. Sé que esto cuesta comprenderlo pero tú no tienen ningún control sobre la vida, las emociones, las percepciones o los padecimientos fisiológicos de otro.

5. Invita a tu amigo o familiar a buscar ayuda profesional pero NO le hagas la cita. Puedes ofrecerle opciones, darle un listado de alternativas entre las que pueden estar psicólogos, psiquiatras, terapistas holísticos, life coach. Entiende que la elección debe hacerla él o ella de acuerdo a su sistema de creencias y la comodidad y confianza que le inspire cada una de estas disciplinas.

6. No dejes por ninguna circunstancia de hacer tus actividades o cumplir con tus obligaciones por salir a socorrer a tu amigo o familiar. Esto es quizás lo más fuerte de experimentar, pero cuando los ataques de ansiedad son repetitivos quienes lo padecen buscan anclarse en un puerto seguro y generalmente ese eres tú. Tampoco dejes de hacer tus actividades o vivir experiencias por esa otra persona.  Si hoy habían programado ejecutar una tarea juntos  y  lamentablemente esa persona no se siente bien, no realices reproches, sé empático y manifiéstale que respetas su estado físico e incluso  su deseo de no ejecutar la actividad,  pero tú sí debes realizar la agenda previamente acordada, así sea en solitario.

7. Los familiares y amigos de las personas que sufren de ansiedad son blanco fácil de los juicios. Si no entiendes la situación puedes juzgar sin querer a este ser querido y esto en vez de ayudarlo lo perjudicará. Pero también puedes verte afectado por los juicios de otros.  Cuando acompañas a alguien con algún padecimiento se producen solidaridades automáticas que intentan favorecer a la persona que es considerada como la más débil. El entorno suele empatizar con facilidad con el que sufre y ejercer presión sobre quienes le acompañan. 

Bien porque el origen del padecimiento de la persona que sufre ansiedad sea bioquímico o psico- emocional,  el afectado debe tomar acciones para mejorar su condición y el primer paso para comenzar a sanar es adquirir autoconciencia y esta no se produce si otro es el que toma las decisiones y ejerce las acciones. Los familiares y amigos de una persona que sufre de ataques de ansiedad o pánico deben cuidarse y protegerse. Recuerda que nadie puede ayudar a otro si no se ayuda primero a sí mismo.