La magia de los cuentos de hadas se desvaneció y estos
seres, aun en formación, comienzan a perfilarse ante mis ojos como protagonistas
del más puro género novelesco donde se presentan como personas calculadoras,
plásticas, frívolas, intrigantes, engañosas e incluso envidiosas, en una
competencia constante que irremediablemente me obligó a revisar mis años, no
tan lejanos, de adolescencia.
Y en esta visión retrospectiva caí en cuenta de la crudeza y
realidad de crecer, siendo del sexo femenino, para competir en un mundo lleno
de estereotipos en el que antes de descubrir si eres atractiva para un chico
debes pasar por la lupa escrupulosa de una amiga.
Recientemente escuché que las mujeres no se arreglan para
agradar a los hombres, sino para agradar a sus amigas. Y aunque en principio me
sonó trillado, ahora logro apreciar la crudeza y realidad de la frase. Los
hombres no son la competencia, con ellos no establecemos puntos de comparación.
Son los miembros de nuestro entorno más íntimo, nuestras amigas, las jueces y
verdugos de nuestra actuación. Entonces ¿cómo enfrentar la crítica constante de
las personas que deberían darte apoyo y subirte la autoestima? ¿Cómo evitar la
competencia y el gusto por los mismos chicos, cuando son precisamente la afinidad
y la paridad de criterios lo que une a las amigas?
Buscando respuestas, sentadita en mi canapé, me topé de
nuevo con un maravilloso libro que leí cuando era apenas una adolescente
llamado “A favor de las niñas”, de la colección de bolsillo de Monte Ávila
Editores, escrito por Elena Gianini Belotti, el cual busca analizar de la forma
más objetiva posible para una mujer “la influencia de los condicionamientos
sociales en la formación del rol femenino en los primeros años de vida”.
Entre las múltiples cosas interesantes que extraje de sus
páginas, encontré por ejemplo que, los padres enseñamos a nuestros hijos
varones a trabajar en equipo, pero no lo hacemos con nuestras hijas. Entonces ¿cómo
pretender que entre ellas exista camaradería y solidaridad?
En el fútbol, la estrategia es retener, dominar y pasar,
confiando en que el otro anotará un gol y celebrando cada acción a favor del
equipo. Pero ¿cuál es el trabajo en equipo de actividades como tocar el piano,
dibujar, pintar o bailar ballet?... umhhhh buena pregunta verdad!!!
Alentamos a nuestras hijas al desempeño individual, a ser
mejor qué. Y obvio, a futuro cosechamos nuestra siembra… formamos seres
individualistas y altamente competitivos que no tienen ni la más mínima idea de
cómo se juega en equipo y sólo conocen los mecanismos para vivir y sobrevivir
de forma individual.
Pero, quizás la más dramática de las frases de ese
pequeño libro de bolsillo que es digna de compartir y reflexionar es: “para la
joven existe un conflicto entre su condición propiamente humana y su vocación
de mujer (y viceversa); para el joven es relativamente más fácil encaminarse en
la vida, porque en él, la vocación de ser humano y el sexo al cual pertenece no
están en conflicto, ya que en la infancia se prefigura este destino afortunado…
A partir de la pubertad la joven pierde terreno, la adolescente no encuentra
alrededor de ella los estímulos y se le requiere, por tanto, que sea
constreñida lo cual implica unir su trabajo profesional al de su feminidad… ser
femenina, significa mostrarse impotente, frívola, pasiva y dócil… Estúpidas… no
hay lugar en que las niñas no perciban en cada momento la confirmación de que
se les prefiere estúpidas, salvo para reprocharles el serlo”.
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