Cuando hablamos de Inteligencia Emocional (IE) nos referimos
a un concepto utilizado en los predios empresariales para hablar de autoconocimiento,
autocontrol y/o regulación, autoconciencia, empatía y habilidades sociales, es
decir, habilidades blandas a su máxima expresión y manejo de nuestras
emociones.
Estudiosos sobre la materia existen por montones y cada uno
ofrece miradas asertivas para ayudarnos a comprender por qué casi a diario nos
topamos con cientos de miles de situaciones que requieren una y otra vez que repasemos
en nuestro interior estos conceptos.
¿Cómo hacer frente a un familiar que sólo critica lo que
dices o haces? ¿Cómo vincularte con un amigo que cuestiona de forma constante
todo aquello que no se hace como a él le parece? ¿De qué forma lidiar con un
jefe que sabe lo que quiere en su mente, pero que no te hace el requerimiento
de forma clara desde el principio o que por el contrario, descubre cuando la
tarea está hecha que podría verse mejor o hacerse mejor si se modificara? ¿Qué
hacer si un ser querido te habla sobre algo desde tu punto de vista
descabellado y espera aceptación de tu parte requiriéndote solidaridad, apoyo y reforzamiento? Pues bien, el campo de acción de la IE es la
vida real y nuestras relaciones son la base de su preparación.
Las personas que nos “vuelven locos” sólo lo hacen porque
desde nuestra perspectiva ellas tienen un comportamiento irracional, entonces
de acuerdo a nuestro juicio ellas funcionan en una dirección que consideramos
opuesta a la razón.
La gran pregunta es ¿Qué nos lleva a pensar que nuestra
mirada es la que está del lado de la razón? Ó ¿Que nos obliga a darles a estas personas
espacio para responder emocionalmente y quedar envueltos en sus problemas?
Si creemos que una mirada es irracional y fuera de foco, simplemente
debemos abandonar la trampa. Somos
nosotros los que elegimos ir a la batalla con el deseo de derrotarlos en su
propio juego. Y la verdad, estemos claros, esto sólo nos trae
desgaste. Cuando escuchamos para entender y no para contestar tomamos distancia
emocional y abordamos las interacciones complejas como un proyecto científico
en el que no es necesario sumergirse al caos emocional porque tenemos
mecanismos para simplemente manejar los hechos y de esta forma darle más
importancia a la relación que a la razón.