martes, 8 de noviembre de 2016

¿Quiéres adolescentes sanos? Dedícales tiempo, una lección que debemos aprender de los Milennials

Sé que voy a adentrarme en un tema sensible, pero tenemos demasiados años excusándonos en el concepto de "tiempo de calidad" para driblar nuestras propias deficiencias y de alguna forma sentirnos "menos culpables" por querer vivir nuestra vida - personal y profesional- alternando nuestras necesidades financieras, deseos y anhelos con la crianza de otro ser humano.

Por supuesto que estoy a favor del desarrollo individual, creo que tenemos en esta vida muchas más cosas por hacer que simplemente ser padres. Sin embargo, no podemos escapar a una realidad: Formar a un nuevo ser  y ayudarle a convertirse en una persona integral no es posible con un contrato part time.

Si bien en cierto que los especialistas en la materia refieren que los rasgos de personalidad  y las conductas se anidan  hasta los  7 años de edad, no es sino hasta los 11 o 12 años cuando el individuo comienza a explorar por sí mismo el mundo y a auto reafirmarse.

Erróneamente los padres nos sentimos "liberados" pues el muchacho ya creció y puede valerse por sí mismo,  muy a nuestra conveniencia. Y es aquí donde elegir entre "tiempo de calidad" vs Calidad y Tiempo es fundamental.

No podemos criar a nuestros hijos como lo hicieron nuestros padres con nosotros. La realidad es que el mundo cambió y por tanto debemos aprender sobre la marcha no solo a vincularnos con nuestra nueva forma de vida, sino también a relacionarnos con nuestros retoños que obviamente están cambiando.

Quizás ellos ya no nos necesitan para hacer una tarea o para prepararse un sandwich, pero sí es fundamental que estemos allí para algo más que darles órdenes o instrucciones sobre lo que creemos correcto e incorrecto.

Ellos están experimentando su mundo, no el nuestro, y por lo tanto necesitan una visión de contraste, hablar abiertamente sobre sus experiencias y esto no puede lograrse apegados a un horario meticulosamente diseñado a nuestro favor.

Nos levantamos a las 5 y 30 am y comienza nuestra locura, la que elegimos voluntariamente y a la cual nadie nos obligó.  Hay que cumplir con los tiempos, darle desayuno al muchacho, llevarlo hasta el colegio recitando las instrucciones que tenemos para ellos en el día y luego salir a toda velocidad a nuestro trabajo donde tenemos mil y un pendientes, porque seamos claros, mientras mejor formados estamos, mayores son nuestras responsabilidades.

Con suerte a medio día salimos y los buscamos -hay muchos que ya son grandes y se van solos o en transporte- y en esos 35 minutos, más unos 35 de la comida, montamos nuestro interrogatorio ¿Qué hiciste? ¿Qué te dijo la maestra o el profesor? ¿Cómo saliste en la exposición? ¿Qué tienes para mañana? etc..etc.. etc.. y yo me pregunto ¿Son éstas verdaderas conversaciones? ¿Exploramos aquí sus emociones, esas que se están formando? ¿Mostramos interés por sus problemas reales, esos que vienen de exponerse a otros, socializar, aprender y crecer?

Cuando llegamos en la noche a casa, porque lamentablemente si somos estrictos en el horario y salimos a la hora pautada de nuestros centros de trabajo, debemos hacer frente a la congestión vehicular de rigor, estamos realmente exhaustos, cargados de pensamientos y de pendientes  por resolver y muchas veces debemos seguir trabajando. Entonces volvemos a ver a nuestros hijos que obviamente están pegados a la TV o a la computadora y lo más inteligente que se nos ocurre es retomar el checklist y hacer  preguntas "profundamente inteligentes" cómo:  ¿Hiciste la tarea? ¿Arreglaste tu cuarto? ¿Coordinaste con tu equipo la reunión para el trabajo tal? ¿Acomodaste tu ropa? ¿cenaste? etc..etc..etc... y vale la pena detenernos otra vez  para preguntarnos ¿Es en serio? ¿Este es el tiempo de calidad que pasamos con nuestros hijos?

Pero la cosa no termina allí. Si algo no se realizó de acuerdo a nuestra instrucciones arranca el show, ese que viene cargado de recriminaciones y cuestionamientos porque "tú menganito, no asumes responsabilidades y  no entiendes que todo lo que hago lo hago por ti, para que tengas wifi, cable, una casa decente, comida, ropa y la mejor educación"... Disculpen, pero con cada uno de estos discursos lanzamos al retrete nuestras buenas intenciones y el amor paterno.

El "Tiempo de calidad"  NO existe, lo que existe es Calidad y Tiempo y estos se logran al llegar a casa agotado por un día difícil y asumir que allí nos esperan seres que necesitan de nosotros emocionalmente;  que trajimos al mundo porque nos dio la gana y  por tanto requieren de nosotros de forma integral.  Personitas  con las cuales debemos desarrollar conversaciones reales desde su mundo. Desde un meme que describe una situación, desde un cuento "medio incoherente" sobre que a fulanita o a menganito le gusta... desde una historia de algo que pasó en el día,  o desde un "enséñame ese juego que quiero aprender".  

Calidad y Tiempo se dan sin interrupciones, sin cuestionamientos, sin querer imponer agendas. Nacen de un comentario simple, de una anécdota,  de un vídeo que se volvió viral o de los cientos de likes que le da la tía X  a cada foto relacionada con la familia.

Esa es la lección que tanto los Baby Boomers como los Gen  X  debemos aprender de los Milennials, una generación a  la que se le critica su supuesta "falta de compromiso y responsabilidad" pero que fue criada a la luz del paradigma del "tiempo de calidad"  lleno de checklist y 5 minutos de instrucciones.  Un grupo de adolescentes que cuando pasó a la adultez se volvió en contra el "status quo", sobre todo porque encontraron que en la ecuación tiempo de calidad-trabajo ellos fueron los sacrificados, y quizás por ello, en un instinto de aprendizaje evolutivo, decidieron pararse firme y optar por:  No traer hijos al mundo si no pueden cubrir financiera y emocionalmente sus necesidades y jerarquizar el tiempo  para darle prioridad a los momentos para compartir, disfrutar y estar en cuerpo y alma junto a las personas que quieren.

Así que quizás, solo quizás, esta generación no solo rompió los paradigmas tecnológicos, sino que rompió los paradigmas del tiempo, para enseñarnos que los hijos no necesitan "tiempo de calidad" sino Calidad y Tiempo.

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